Article Index

Noche oscura de la subida al Monte Carmelo

Desde tiempos inmemoriales, la unión mística ha sido un símbolo de la unificación de los contrarios. Por tanto, representa, en sí mismo, el camino por el que la libido podrá discurrir, cual siempre lo ha hecho y, probablemente, siempre lo hará. Como tal es una expresión de la nueva línea por la cual se encontrará la suprema intensidad de vida. De esta suerte, se comprenderá por qué, en este trabajo, se dirige la atención a la obra de uno de los místicos españoles más importantes.

La vía mística descrita por San Juan se asemeja, en su esencia, a la vía de la individuación, tal y como la describe Jung (1997). Recordemos, que por individuación ha de entenderse aquella vía que conduce a la autorrealización, es decir, al desarrollo y expresión de las potencialidades dadas.

Por su agudeza psicológica en el abordaje del proceso que conduce a la unión del alma con Dios, de un lado, y por la altura de su sentir y pensar religiosos de otro, San Juan de la Cruz es, junto con su amiga del corazón Santa Teresa de Jesús, uno de los representantes más excelsos de la mística española del siglo XVI. Por ello, voy a realizar un pequeño recorrido por las canciones en su libro Subida del Monte Carmelo, centrándome en el material que más directamente atañe a los objetivos de la presente investigación.

En su "noche oscura de la subida al Monte Carmelo", San Juan nos describe su visión en un poema delicioso. Luego, en lo que llamaríamos un "proceso analítico" sui generis, va ampliando con extraordinaria maestría, cada fragmento del poema, aportando su interpretación nacida de una mezcolanza de elementos experienciales y bíblicos. La concepción y explicación psicológicas del proceso son una auténtica guía para el desorientado espíritu de esta, nuestra época.

Dice el propio santo, en su prólogo, que la descripción de la subida al monte será de provecho para los menos, pues "aquí no se escribirán cosas muy morales y sabrosas para todos los espirituales que gustan de ir por esas cosas dulces y sabrosas a Dios, sino una doctrina sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu que aquí se escribe". Con ello parece dar a entender el sabio que no ha de esperarse que el camino sea fácil, tales como "cosas dulces y sabrosas" sino, antes bien, una decidida observancia a la voz interior (que pocas veces coincide con lo que nuestro yo pretende). Y, en ese difícil viaje que es la vida, la fidelidad a Dios es la conditio sine qua non de la unión con El.

En su libro primero, encontramos el siguiente pasaje "para que un alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma. Y, aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras." Y continúa diciendo "La primera noche o purgación es de la parte sensitiva del alma..., y la segunda es la de la parte espiritual...". Inmediatamente nos explica "Y esta primera noche pertenece a los principiantes al tiempo que Dios los comienza a poner en el estado de contemplación, de la cual también participa el espíritu... Y la segunda noche o purificación pertenece a los ya aprovechados al tiempo que Dios los quiere ya (comenzar a) poner en el estado de la unión con Dios; y esta es más oscura y tenebrosa y terrible purgación..."

Vázquez (1999) nos recuerda, en un magnífico artículo, lo que dijera Jung respecto a las fases del proceso de individuación, a saber "si la discusión con la sombra es la prueba que consagra oficial al aprendiz, la discusión con el anima es la prueba que consagra maestro al ofical".

De lo dicho se colige que, la primera noche se correspondería con "la discusión con la sombra", mientras que la segunda noche, la de los ya aprovechados, se correspondería con la diferenciación del anima, o mejor, con "la discusión con el anima" como imagen del alma personificada en sueños y visiones fantásticas, y su transformación en función de relación con lo inconsciente colectivo y con el si-mismo (arquetipo de la totalidad).

La "primera noche o purgación" está constituida por tres partes. En una primera parte, San Juan de la Cruz se refiere a la "carencia de apetitos" por las cosas de este mundo, aludiendo al símil del fuego que quema y purifica la instintividad del iniciado. Con ello, se ahuyenta al demonio "que tiene poder en el alma por asimiento a las cosas corporales o temporales". Esta primera etapa de la subida al monte (individuación) se corresponde con la toma de conciencia de la parte de sombra. Por tanto, se trata del correspondiente inicio del proceso de individuación. Aquí, se han de traer a la luz de la conciencia los obscuros contenidos del inconsciente individual, para lo que ha de realizarse un esfuerzo moral, que retire las proyecciones en los objetos exteriores. Esta retirada permite darse cuenta de los contenidos inconscientes, que antes habían sido proyectados contaminando las relaciones con nuestros prójimos. Esa toma de conciencia de la sombra, acontece en un período de introspección, en el que la libido esta vuelta hacia sí misma. Por lo tanto, la libido se ha retraído de los objetos o "de las cosas corporales y temporales", para llegar a la fuente de las imágenes primordiales. Llegados a un cierto punto del camino, la noche se hace más obscura y la regresión que tiene lugar, lleva al hundimiento en las aguas madres y a la pérdida de orientación y comprensión. El camino se enangosta y se pierde la visión clara de la ruta. Y aquí llegamos a la segunda parte de la noche del santo, "que es la fe, (y) se compara a la medianoche que totalmente es oscura". En esta fase del proceso de individuación, se ha entrado en un terreno desconocido, llegando a la matriz en la cual se descubren las raíces de la identidad inconsciente. Sin embargo, al principio sólo se tiene una vaga idea de lo que está sucediendo. Se confía ciegamente en Dios (si-mismo) como personalidad total e imago Dei. Pues se tiene un sentimiento profundo y obscuro de certeza, en la realidad arropada por los símbolos creados por lo inconsciente. No es extraño que, en esos momentos, afluyan a la conciencia contenidos simbólicos en forma de imágenes o visiones, así como eventos sincronísticos, que sólo después parecen unificar los procesos que tienen lugar en lo inconsciente, con los acontecimientos objetivos (Grimaldi, 2000). Sin embargo, mientras el cristiano se rige por la vía ya trazada por sus rituales o bien en la Biblia, la individuación es un camino que se guía por la función generadora de símbolos. La expresión artística de los mismos y su interpretación psicológica son los baluartes de esta vía.

Dice San Juan de la noche activa del sentido que "fue dichosa ventura, meterla Dios en esta noche, de donde se le siguió tanto bien, en la cual ella no atinara a entrar, porque no atina bien uno por sí solo a vaciarse de todos los apetitos para venir a Dios." Con ello alude a la exención del libre albedrío en la entrada a la noche del alma. Es decir, el inicio de la Subida al Monte esta jalonado por la obscuridad, el caos, la perturbación que caracterizan a la noche saturnal. Acontece de forma involuntaria, en tanto que la voluntad consciente nada tiene que decir cuando se constela un arquetipo. Ese período se caracteriza por la tensión, provocada por la distensión de los opuestos, por la enemistad de las distintas potencias psíquicas. Todos ellos son sinónimos de la prima materia de los alquimistas. Psicológicamente es el inicio del proceso de individuación. De ahí que continúe diciendo el santo "esta noche pertenece a los principiantes al tiempo que Dios los comienza a poner en el estado de contemplación, de la cual también participa el espíritu..."

Inmediatamente después, comienza Fray Juan la interpretación de la "canción". El inicio es clarificante y directo: "Quiere, pues, en suma, decir el alma en esta canción, que en una noche oscura, que es la privación y purgación de todos los apetitos sensuales acerca de todas las cosas exteriores al mundo y de las que eran deleitables a su carne, y también de los gustos de su voluntad; lo cual todo se hace en esta purgación del sentido y por eso dice que salía estando ya su casa sosegada, que es la parte sensitiva, sosegados ya y dormidos los apetitos en ella, y ella en ellos, porque no se sale de las penas y angustias de los retretes de los apetitos hasta que estén amortiguados y dormidos". Y explica con posterioridad la importancia que tiene la privación y la purgación de los apetitos sensuales en las cosas exteriores del mundo. En efecto, la proyección libidinal en los objetos, nos esclaviza a guiarnos y regir nuestras vidas por los sucesos y acontecimientos objetivos. Hace especial hincapié en los "apetitos sensuales" lo que es propio de un carácter regido por la función sensitiva. Y, añade, la necesaria purgación de los apetitos deleitables a su carne.

Poco después explicita lo que quiere decir con esa privación de los "apetitos sensuales y deleitables a su carne": "Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de todas las cosas" y enumera algunos ejemplos de cada uno de los sentidos (oído, gusto, vista, olfato y tacto). La obscuridad y vacuidad a la que también hace alusión, dejan claro el sentido de estas explicaciones. La retirada del interés por los objetos del mundo tiene la intención de situar al hombre en una actitud introvertida. De esta manera, y después de un tiempo de introversión, la libido se dirige a lo inconsciente, donde aviva las imágenes primordiales que allí yacen. Por eso dice fray Juan que "no tratamos aquí del carecer de las cosas –porque eso no desnuda el alma si tiene apetito de ellas-, sino de la desnudez del gusto y apetitos de ellas, que es la que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga". No se trata, pues, de reprimir los apetitos. Este movimiento de la libido ha de ser un sincero retraerse de los objetos, un romper la proyección que nos liga con ellos para crear ese estado de conciencia carente de apego por las cosas. No se trata de no disponer de bien material alguno, sino de romper esa proyección que nos identifica con ellos, hasta el punto de que nuestra vida dependa de "las cosas de este mundo".

A continuación nos dice cual es la causa por la que el alma ha de pasar por la oscura noche de la "mortificación de los apetitos y negación de los gustos por todas las cosas". Esta causa es "porque todas las afecciones que tiene (el alma) en las criaturas son adelante de Dios puras tinieblas, de las cuales estando el alma vestida no tiene capacidad para ser ilustrada y poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero no las desecha de sí".

Con qué frecuencia vemos cómo esta sencilla y, a la vez, sempiterna verdad psicológica se repite en las vidas de numerosos seres humanos. Cuántas veces podemos comprobar que los hombres se aferran a sus posesiones, al poder, a las valores simbolizados por la máscara o persona con la cual se identifican. Y las dramáticas consecuencias para la vida se dejan sentir en el incremento de los desequilibrios psíquicos, generados por la pérdida de los tan preciados objetos. Recuerdo un caso que viene a colación, en el que un hombre de negocios había ascendido con gran celeridad. Su situación económica era boyante y su mujer había prosperado. Todos parecían ser motivos de complacencia y satisfacción. Sin embargo, llegó un momento en el que las ventas comenzaron a decrecer y los bienes, de los que tan orgullosos se sentían, declinaron hasta quedarse prácticamente en la ruina. La pareja llegó a una situación crítica que culminó con su separación. Su identificación con los bienes que habían cosechado, ofuscaban su perspectiva, impidiendo que tomaran conciencia de la necesidad que brotaba del centro de su personalidad (de Dios, diría San Juan) de dirigir la libido hacia dentro y desarrollar sus arcaicas relaciones consigo mismo. En definitiva, su autorrealización. Tras ello, se siguió un período de introversión que los llevó a lo que San Juan denomina "purificación de los apetitos sensuales", es decir, la toma de conciencia tras una depresión.

Casos como éste, nada infrecuentes, no hacen sino atestiguar cuán necesario es para la salud psíquica el aumento del nivel de conciencia, que permita la ruptura de la identificación con los objetos materiales ("las cosas de este mundo"). Y la identificación con los objetos, conforma la actitud a los mismos y, como dice fray Juan "la afición y asimiento que el alma tiene a la criatura iguala a la misma alma con la criatura, y cuanto mayor es la afición, tanto más la iguala y hace semejante, porque el amor hace semejanza entre lo que ama y es amado". La afición también aparece en la idea de la unión mística de la alquimia con el nombre de afinidad, con lo que tratan de expresar aquello que reúne a los cuerpos y los lleva a combinarlos (Jung, 1985). Cuando se proyecta al objeto externo un contenido inconsciente, éste ejerce desde fuera su poder numinoso y atrapa al sujeto con incondicional atracción. Entonces, el individuo es dirigido desde afuera, se rige por lo que sucede en lo exterior y se aleja de la fuente de la que, sin él mismo saberlo, emana el valor que él encuentra en el objeto. Pero al apegarse a las cosas de este mundo, pierde el contacto con Dios en él y es incapaz de escuchar los mensajes que Aquél le proporciona. Su vida es un inagotable vaivén que se mueve al son de los hechos, circunstancias y objetos externos. Ese hombre no le ha arrebatado al objeto su valor, de modo que sea él quien lo posea. Y, así, dice San Juan "de aquí es que en el alma no se puede asentar la luz de la divina unión si primero no se ahuyentan las afecciones de ella". Y continúa "de aquí es que, por el mismo caso que el alma ama algo, se hace incapaz de la pura unión con Dios ... así no podrá comprehender a Dios el alma que en criaturas pone su afición".

La proyección del supremo valor vital en los objetos ("bienes del mundo") coloca al sujeto en una posición de esclavitud. Esto es, el mundo es el que adquiere un sobrevalor (el correspondiente a Dios) y al adquirir el objeto una influencia fuera de toda mesura para el individuo, el mundo lo mantiene esclavizado. La ligadura al objeto es lo que "hace incapaz...la unión con Dios". En efecto, la pérdida del hombre en el mundo lo incapacita, como ya dijimos, de toda relación con su esencia divina, con el núcleo de su personalidad, en definitiva, con aquel arquetipo que desde tiempos inmemoriales le ha correspondido el valor vital más excelso, y al que los hombres de fe han encaminado su pensamiento y su obrar. Es el camino correcto, el sendero estrecho que conduce a la unión con Dios, o como señala en otro lugar San Juan, "el camino estrecho de la vida eterna...; por el cual camino ordinariamente pasa (el alma) para allegar a esta alta y dichosa unión con Dios". La proyección del valor excelso en los objetos provoca en el sujeto, por tanto, una reacción emocional bien conocida ante la pérdida o modificación del objeto. Pensemos por un momento en la joven y bella mujer que se identifica con su cuerpo. Sitúa su centro de intereses en torno a su rostro y figura y se acicala para exaltar su cuerpo, con esa imagen de juventud y belleza que ha proyectado en su físico. Todos sabemos, por los innumerables casos de este tipo, cual es el destino de dichas mujeres, cuando la inquebrantable ley del tiempo acaricia sus vidas y la antigua muchacha se transforma en una mujer madura. Las depresiones suelen hacer acto de presencia, antes del ajuste y toma de conciencia de la realidad de su vida. La imagen ya no encaja con el cuerpo y es, entonces, hora de recuperar la energía que se había proyectado en un objeto externo, y que es indispensable para el desarrollo de la personalidad. Como dice San Juan, en esos momentos aparecen la "desgracia y sumo desabrimiento" pues "engañosa es la belleza y vana la hermosura".

Por lo dicho hasta ahora se colige que esta "noche de privación del apetito en todas las cosas" es un período de introversión y de toma de conciencia. Con ello se retira la proyección de contenidos inconscientes en los objetos del mundo. Este proceso inicial incluye la des-identificación con el propio cuerpo, con el ego como centro de la conciencia, con las ideas y el saber detentado hasta la fecha y, por lo tanto, se es consciente de la ignorancia del yo frente a la sabiduría de lo inconsciente. Ese proceso hace tambalear la pretendida omnisciencia del yo y se diluye en una actitud que deja de pretender saberlo todo siempre, dando el valor que corresponde a la paradójica esencia de lo inconsciente (Jung, 1985).

Pero al principio de la noche de los sentidos aún no se ha penetrado lo suficiente y, no se habla de la difícil situación que resulta de la irrupción del material caótico y obscuro que brota de lo inconsciente, como prima materia saturnal. Por tanto, al principio la introversión prepara el camino, por así decirlo, para que ese material aflore y se produzca una oscuridad mayor. La retirada de las proyecciones y el movimiento introvertido de la libido se consiguen, disolviendo la relación dependiente con el mundo de los objetos. Y esto es un proceso lento y difícil, que requiere de aquellas cualidades de amor a Dios de las que nos habla San Juan. La conciencia no puede más que ponerse en cierta situación para con lo inconsciente, que le permita no verse anegada por completo e ir asimilando esos contenidos abstrusos, que emergieron sin tener ella arte ni parte.

Es sumamente interesante observar que, el sabio, utiliza el símil de la subida al monte Carmelo, para describir el proceso que culmina con la unión del alma con Dios. Abu´l-Qâsim Kitâb al-'ilm dice al respecto: "Esta prima materia se encuentra en un monte que contiene una cantidad inconmensurable de cosas creadas. Todo el saber del mundo se contiene en este monte. No hay ciencia ni conocimiento, sueño o idea que no lo contenga". Vemos cómo la figura del monte representa las etapas de la vida mística, lo que simboliza la trascendencia, la morada del Espíritu Santo, la encarnación de Dios en el hombre. En definitiva, es una imagen de la totalidad y, por tanto, del si-mismo. La escalada al monte se asocia con el viaje del héroe en busca de la joya perdida u oculta, entre los poderes de las fuerzas del mal. Al igual que la joya, la planta, el oro alquimista o la dádiva divina que corresponda, la subida a la cumbre de la montaña está poblada de entidades temibles, que impiden el acercamiento a la cima.

Lo aquí explicado no pretende abarcar el poema y, ni mucho menos, las explicaciones del Santo. Estas disertaciones no tienen otra intención que la de iluminar el contenido psicológico subyacente al poema de la "noche obscura del alma". Para ello, introduzco algunos pasajes que San Juan utiliza para expresar lo que el poema significa, de tal manera que trato de dar, siempre que me es posible, la palabra al Santo. En modo alguno me atrevería a hablar del Santo, en otros términos que no fueran los estrictamente psicológicos. De lo contrario, no sólo erraría en mi propósito, sino que no estoy en condiciones de hacerlo, por cuanto mis conocimientos en esa materia son harto exiguos.

Saturno en la astrología moderna

La astrología moderna ha experimentado un auge en los últimos años. De hecho, su diversificación en versiones varias, todas ellas adaptadas a las concepciones y perspectivas de quienes las detentan, son algo más que una mera coincidencia o el fruto de una moda pasajera. Al igual que sucede con el interés por la mística y por la simbología, el caso de la astrología representa una necesidad de profundización en el conocimiento del alma humana y, lo que resulta, al menos, de igual importancia, su correspondencia con los conocimientos objetivos de la ciencia (Capra, 1997, Talbot,1995).

Teniendo esto presente, entiendo la astrología como una ciencia que estudia las influencias cósmicas en los diferentes entes y, en particular, en el ser humano. Este énfasis en la influencia planetaria en el ser humano, obliga a considerar los aportes de la psicología analítica, y, muy especialmente, los relacionados con el inconsciente colectivo y sus constituyentes, los arquetipos. El estudio de los arquetipos confiere al "arte interpretativo" de la astrología un carácter científico del que antaño no disponía. El enfoque aquí adoptado entiende al ser humano como a un microcosmos, que en sí mismo es un reflejo del Universo, es decir, del macrocosmos. Con esta concepción me aproximo a alquimistas de la talla de Paracelso y Aggripa.

He desarrollado, en otro lugar, las bases científicas de las influencias planetarias en la psique humana. Y la razón por la cual denomino científica a la astrología, así estudiada, se desprende inmediatamente de su atenta lectura. Por este motivo, no voy a detenerme en desarrollar en profundidad las susodichas relaciones. Sólo querría señalar aquí las importantes palabras del Dr. Fidelsberger (1985), fundador de la "Sociedad Astrológica Vienesa", en su magnífico libre Astrología 2000, por desgracia aún no editado en castellano: "A más tardar a comienzos del próximo milenio, la astrología se manifestará como una imponente estructura científica, en total concordancia con la medicina, la biología, la cosmología, la química, la física, la astronomía, la cibernética y la psicología". Así finalizaba su prefacio el Dr. Fidelsberger, vaticinando en los años setenta lo que hoy se ha transformado en realidad fáctica. En mi mencionado artículo, Simbología Inconsciente y Astrología Científica, recogí este testigo y traté de dar cuerpo a la ciencia más sistémica, amplia y complicada de cuantas se conocen hoy en día. Razón por la cual se comprende el animadversión del científico académico por esta importante ciencia. Sin embargo, dejé el camino expedito para una minuciosa investigación, que permita ampliar el núcleo que allí se creó.

La astrología psicológica se podría definir como aquella ciencia cuyo objeto de estudio es el carácter del ser humano. Por carácter debemos entender el conjunto de potencialidades o posibilidades de manifestación o expresión, el total de las reacciones para con el medio ambiente, amalgama que constituye la característica de la estructura personal o plan de desarrollo inherente e interno.

El despliegue de este carácter, al que Jung denomina Si-mismo o personalidad total, se realiza en el transcurso de la vida, en el constante enfrentamiento con el mundo objetivo y con el mundo de los sueños, es decir, con lo inconsciente. En este despliegue de potencialidades, juegan un inmenso papel las propias tendencias, es decir, el núcleo innato de la psique, compuesto por los denominados arquetipos. Estos son los planetas que vienen representados en el horóscopo natal. La educación es de suma importancia en el fomento o represión de estas potencias.

El centro sobre el que gravita la astrología es el horóscopo natal o cosmograma, representación de los planetas en la carta de una persona, en el momento de su nacimiento. Este cosmograma es una placa radiográfica de la psique del individuo. Se corresponde con la imagen de un mandala individual y, por ende, es una imagen simbólica de la personalidad total o Si-mismo. Cada elemento constituyente del horóscopo es un símbolo de aquellas tendencias y potencialidades del individuo, pudiéndose leer en él cómo, dónde y de qué modo se pueden desplegar y desarrollar esas posibilidades de expresión.

Hecha esta breve introducción, nos aventuraremos a estudiar el planeta Saturno en el marco de la moderna astrología científica y, más en concreto, en su aspecto psicológico.

Saturno representa el principio de la limitación y, como consecuencia, el de la detención y el de la postergación. Asimismo, se le denomina el "Guardián del Umbral" (Fidelsberger, 1978). Esta última designación es la más acertada de todas. Para comprender estas ideas, aparentemente contradictorios, tendremos que introducir el concepto de Si-mismo de Jung (1994a). El Si-mismo, en tanto que designa la existencia de una imagen simbólica, que desde siempre tiene un carácter central en el mundo de la imaginería del hombre, alude a la integración y unión de los opuestos psíquicos. Se trata de un concepto empírico de la personalidad total. En tanto que designa aspectos que en parte son conocidos y en parte no cognoscibles o aún no conocidos (es decir, en estado latente o potencial) es un postulado. Pero dado que, en la práctica psicológica, designa a un contenido inconsciente, que se manifiesta en imágenes claramente discernibles y delimitables, cual es el caso del sabio anciano, del mago, cristo, la cuaternidad, etc., es una hipótesis de trabajo, que se muestra muy útil para conceptuar la Imago Dei en el hombre. Cada individuo es una ramificación de ese sí-mismo y se encuentra hasta cierto punto constreñido y compelido a las determinaciones individuales, flexibles pero no modificables, de su estructura de carácter, tal y como se simboliza en la carta natal.

Si llegado el caso, el individuo se desviara del camino jalonado por su si-mismo, accesible a la conciencia gracias a la manifestación simbólica, generada por lo inconsciente, extraviándose por senderos laterales, entonces puede acontecer que la "garra del destino" lo paralice y lo haga retroceder de una forma ruda y sin contemplaciones. Entonces, deberá soportar las mayores vejaciones y penuarias.

En este sentido Trismosin nos dice "Ovidio narra el caso de un sabio anciano que quería rejuvenecer. Para ello, era necesario hacerle pedazos y cocerlos completamente, pero no demasiado. Entonces sus miembros volverían a juntarse y a recuperar el vigor juvenil." El texto se refiere al renacimiento que tiene lugar tras el tránsito de Saturno por su posición natal, lo que sucede cada 29 años, aproximadamente (Greene, 1987). Cuando Saturno da una vuelta completa y se posiciona en su lugar natal, lo que este planeta representa se constela en la psique y se prepara para emerger a la conciencia. Dado que Saturno es un representante simbólico de la sombra, es decir, de todo aquello que en el hombre hay de más burdo, feble, pueril, indiferenciado, rudimentario e inconsciente, material especialmente relacionado con el pasado biográfico y las imágenes parentales, así como con la cristalización e identificación inconsciente con la sombra familiar, el tránsito de este planeta requiere de un esfuerzo moral sobresaliente. Pues todo lo que él representa se actualiza y el individuo debe afrontar el caos y la negritud (en tanto que incomprensión de todo un magma de contenidos inconscientes, que en ese momento aflora) que pertenecen a su propia naturaleza. Y ese arrostramiento de la sombra es algo preestablecido por el destino, en tanto que es una fase arquetípica que todo hombre debe atravesar. Saturno se encarga de velar que ese proceso transcurra, pues, de no ser así, la tendencia natural es la de dejar que el cáliz pase de largo.

Uno podría preguntarse en este punto qué cosa positiva se puede extraer de ese caos, de esa lucha de tendencias contrapuestas, de ese desgarramiento interior que produce Saturno. Y de hecho eso es lo que uno tiende a preguntarse cuando se encuentra inmerso en la noche saturnal de la desorientación y del caos. Pero si consideramos que, en el simbolismo de la alquimia, Saturno representa el material sobre el que se consuma el Arte Regia, la sustancia burda e informe, esto es, la materia prima, en tanto que estado impuro, putrefacto e inconsciente que necesita de redención y que, bajo este sustrato, se encuentran los gérmenes de la futura vida renovada, de pronto se aclara el enigma.

Estos gérmenes pueden ser cultivados con un enorme esfuerzo (moral, espiritual y material) pues vivifican el oro alquímico. En suma, encontramos que, bajo la más absoluta de las oscuridades, es decir, en la mayor de las desorientaciones, en la incomprensión y en el dolor sufrido por la desintegración de las estructuras pasadas, se está gestando una unión divina, de la que surgirá un nuevo ser, un niño divino de progenitores arquetípicos. Ese nuevo ser, que nacerá de la unión de los opuestos, en la oscuridad más impenetrable (von Franz, 1999), representa la personalidad renovada. Pero esto tiene lugar tras un enfrentamiento con la sombra. Por ese motivo el individuo se sentirá inadaptado con los valores del pasado y de la familia y nación (Goleman, 1999). Si estos valores se han incrustado en él, hasta el límite de que lo han impedido regirse por sus propios criterios y valores internos, Saturno tendrá un efecto implacable y doloroso. Habrá de romper con la identificación de sus imágenes parentales con los padres objetivos, para darse cuenta de que estas imágenes, en verdad, las porta él en su interior. El retorno de Saturno y el año precedente son decisivos. La desintegración de las inválidas y obsoletas estructuras, la desilusión y el derrumbe son los heraldos de la depresión y evaluación de lo que uno ha sido y ha hecho hasta el momento.

A Saturno se le asocia con la vejez y con el tiempo. Así, Martínez Maza (2000) afirma que "(a Saturno) en época romana se le identificaba con el griego Cronos, pero no había parecido alguno entre los atributos de ambas divinidades salvo que ambos eran tenidos por los dioses más antiguos tanto en Grecia como en Roma".

En el tránsito de Saturno, la niñez psicológica llega a su fin. Obliga a mirar hacia atrás, para romper con las ligazones que nos unen a la infancia y a la familia. Compele a realizar una ruptura de la identidad inconsciente con los padres, hermanos y familiares. De igual modo, se penetra en las obscuridades de lo inconsciente y se llega a aquella libido de parentesco que nos liga a la familia, de manera que, ésta, se desliga de la misma para ampliar el término familia al "conjunto de las criaturas de Dios". El maestro Eckart dice a este respecto: "No vine para hacer la paz, sino (para llevar) la espada, y corté todas las cosas y separo al hermano, al hijo, a la madre, al amigo, que son en verdad tus enemigos. Si algo te es familiar eso es verdaderamente tu enemigo. Si tu ojo quiere ver todas las cosas y tu oído oír todas las cosas, y tu corazón recordarlo todo, en verdad tu alma tiene que estar dispersa en todas esas cosas".

Asimismo, la confianza queda golpeada y mancillada, por lo que suelen aflorar todas las inferioridades anteriormente relegadas al desván de lo inconsciente, por medio de la represión. Puede surgir un sentimiento de inadaptación, que llegue a unas dimensiones tales, que uno no se reconozca en casi nada de lo que ha hecho o del modo en el que ha actuado hasta la fecha. Esto es tanto más cierto, cuanto menos haya vivido la persona su propia vida y mayor haya sido la influencia de sus padres. El retorno de Saturno es, en definitiva, un período de reevaluación, de liberación de las cadenas que unen con el pasado y una ruptura del "cordón umbilical" psicológico.

Pese a lo difícil del tránsito de Saturno, este representa lo que en el fondo más íntimo uno quiere en la vida y ayuda a obtenerlo. Son muchos los que están del todo enajenados de sus auténticas necesidades y deseos íntimos, habiendo adoptado los roles sociales o los familiares, las proyecciones de los deseos parentales o de la pareja, todos ellos impuestos desde fuera. Pero, dado que éstas no constituyen su verdadero destino, fruto de la personalidad total, las pérdidas que Saturno ocasiona se relacionan con todo aquello que, en realidad, uno no necesita y, en el fondo, nunca quiso para sí (Hand, 1976). El dolor que producen esas pérdidas, tiene su explicación en la proyección de la libido en las "cosas de este mundo" y en el correspondiente apego a los objetos, investidos de un valor emocional excedido. Sea como fuere, la ruptura de las proyecciones en los objetos y la retirada de la libido en ellos investida, nos brinda la oportunidad de ligarnos con la esencia más íntima, con el valor vital supremo que en las religiones ha recibido el nombre de Dios.

Por otra parte, a Saturno, en las tradiciones herméticas, se lo identifica con Satán "en cuanto materialización del Espíritu; es el Espíritu en la involución, que cae en la materia; es la caída de Lucifer, el portador de luz... El mito de Satán resume todo el problema de lo que se llama el mal" (Senard,1948). El mal es la ignorancia humana, es decir, la inconsciencia de los actos y de sus consecuencias. Y es así cómo Senard continúa diciendo que la maldad "no es más que la desviación de la luz primordial que, oculta en la materia, envuelta en la oscuridad y reflejada en el desorden de la conciencia humana, tiende constantemente a hacerse día".

Pero Satán, como propiciador del mal, que atrae la oscuridad y el desorden como un malhechor, permite adquirir una actitud religiosa al convertirse en portador de luz. Y así, Senard dice "esta desviación, por los sufrimientos que entraña, puede sin embargo ser el medio de reconocer la verdadera jerarquía de valores y el punto de partida de la transmutación de la conciencia, que se hace luego capaz de reflejar puramente la luz original".

Entonces y sólo entonces, Saturno puede desplegar su potencial civilizador. Y así, el individuo trabaja con aplicación y ahínco en el desarrollo de las semillas psicológicas recién conquistadas (plantadas). Estas habrán de ser cultivadas con gran dedicación para que den sus codiciados frutos (Greene, 1986).

La gran paradoja de Saturno es la madurez que confiere su tránsito y, a la par, el nacimiento de un nuevo ser, de entre las derruidas estructuras que soportan un exoesqueleto endeble e inconsciente.

Consideraciones Finales

En lo que precede me he atrevido a aclarar y ampliar en diversos aspectos el arquetipo de la Sombra "esa personalidad encubierta, reprimida, en su mayor parte inferior y culpable, que por sus últimos ramales penetra hasta el reino de los antepasados animales y abarca así todo el aspecto histórico del inconsciente" (Jung, 1998). Al analizar la sombra se ponen al descubierto contenidos que se refieren a la unión mística o unión de los opuestos y al nacimiento de una nueva criatura. Esta nueva criatura nacida es un símbolo de la energía renovada, gestada tras la hierogamia acontecida en lo más profundo y obscuro de la fase de la nigredo alquimista, de la noche saturnal, en lo negro, más negro que lo negro. Allí, en la mayor de las confusiones, en el caos más absoluto, donde el desmembramiento y la tensión de los opuestos psíquicos se hace más insoportable, allí tiene lugar la unión de los contrarios, de la que nacerá un nuevo ser: el niño divino, la nueva criatura de padres no humanos (arquetípicos). Y ella representa la renovación de la libido, un símbolo de la nueva vida, de la nueva personalidad, del centro y, por tanto, del si-mismo. Este acontecimiento es de suma importancia en la historia de las religiones. Así, el nacimiento de Cristo simbolizó una nueva esperanza de cambio, festejado por la llegada de los tres reyes de Oriente al pesebre en el que nació. Este arquetipo del "bajo origen del redentor" se refiere precisamente al lugar más insospechado, en el cual se gesta el nacimiento del niño divino, es decir, la nueva personalidad renovada y la nueva posibilidad de vida, allí donde ya no es posible progreso alguno.

Los contenidos obtenidos en ese viaje iniciático son las joyas que el individuo ha traído al mundo. Pero su aspecto inicial es grotesco y provoca el repudio de los coetáneos. Debido a esta incomprensión del símbolo de vida renovada, lo desechan y lo desprecian. La piedra filosofal, la vía regia, que es todo menos regia, la joya que Pandora trae al mundo como símbolo de energía vital renovada, se encuentra donde menos se lo espera. Y es recogida, primero por los campesinos, que asombrados por el hallazgo se dirigen a la morada real, donde el monarca, perplejo por su forma obscura y obscena y falto de comprensión, manda que lo envíen al Sumo Pontífice que, al verlo, con rostro de espanto exclama:

-¡Llevaos ese oprobio de la casa del Señor! pues tiene algo de inmundo e inmoral.

De aquí es llevado al bazar para ponerlo en venta. Los guardias de seguridad viendo la afrenta exhortan a los mercaderes con tono parenético:

-¡Acaso no os da vergüenza mostrar en la plaza pública semejante inverecundia, para que los niños y las mujeres vean tal ignominia! Lleváoslo lejos de aquí-.

Ese es el destino del símbolo que trae un nuevo cauce por el que la libido, estanca, puede discurrir. En efecto, la solución a la disgregación en tendencias contrapuestas, no puede ser resuelta por una acción consciente epimeteica. La actitud prometeica, gracias a su introversión, extrae de lo inconsciente colectivo un nuevo símbolo, que, como todo fragmento de naturaleza virginal, es indiferente a cualquier juicio moral. La acogida en el seno de la vida es uno de los necesarios preceptos del símbolo que, como es acostumbrado, desdeñado por la actitud imperante, orientada por los acontecimientos objetivos, corre la suerte descripta unas líneas mas arriba. De hecho, a todos nos es conocido el origen y destino de la existencia del símbolo cristiano: Cristo. No obstante, lo que en Cristo fue, aparentemente, destruido con brutal incisión, despuntó años más tarde, de tal manera que, a la postre, el sentido simbólico de Cristo resurgió y se mantuvo en el pináculo durante siglos. Y es que lo que espíritus feraces extraen del inconsciente, se encuentra ahí, y su resurgimiento será, tanto más extremo, cuanto mayor sea la opresión del principio mismo que hizo vivificar la imagen primigenia aflorada.

Los símbolos extraídos en ese viaje a lo inconsciente habrán de ser labrados y refinados, para verterlos en el lenguaje de la época. En un lenguaje que sea comprensible para la civilización contemporánea, de manera que esos dones divinos puedan ser de ayuda, señalando la dirección por la cual, la libido, habrá de discurrir. Cualquier otra dirección irá muriendo, poco a poco.

El inicio de la Gran Obra está jalonado por un conjunto de situaciones y símbolos que se conectan en series sincronísticas, de manera que la asimilación de esos contenidos simbólicos por la conciencia permite conectarlos con la vida y destino del individuo que las percibe y vivencia. El conjunto de sentimientos que se generan en tales situaciones son de una intensidad tal y de una disparidad, que pareciera que uno mismo se fuera a desmembrar. El símil alquimista de la cocción previa al rejuvenecimiento es, desde luego, muy acertado.

Soy plenamente consciente de que este trabajo está muy lejos de ser completo, constituyendo un mero esbozo de cómo se conectan ciertas concepciones alquimistas, gnósticas, místicas, mitológicas y astrológicas con las experiencias psicológicas de la primera etapa del proceso de individuación.

Pese a mi interés por documentar todo cuanto he podido descubrir de nuevo en el marco del pensamiento de la psicología profunda, no me ha quedado otro remedio que aventurar ciertas hipótesis, a riesgo de estar equivocado. No obstante, si se demuestra que mis supuestos son erróneos, al menos habremos avanzado algo: sabremos lo que no se vincula con el proceso.


Bibliografía

Almazán, A. (2001) Apuntes jungiano-alquimistas. Consideraciones hechas por el autor en respuesta a una pregunta formulada en el foro de su página web. (http://personales.jet.es/sotabur/alquimia3.html)

___________(2001) La Alquimia en Jung. Artículo publicado en la página web del autor. (http://personales.jet.es/sotabur/pag12.html)

Blake, W. (1974) The book of Urizen. Lamberth.

Blázquez, J. Mª. (2000) Diluvio. En Diccionario Espasa de Mitología Universal. Dirigido por Jaime Alvar Ezquerra. Madrid. Espasa.

Boehme, J. Aurora Consurgens. S. XVI.

Cambell, J. (1997) El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito (7ª reimpresión). México. Fondo de Cultura Económica.

Cusa, N.d. (1970, ed.) Compendium. Hamburgo.

Chevalier, J. y Gheerbrant, A. (1995) Diccionario de los Símbolos. Barcelona. Herder.

Delgado, J. A. (2000) Análisis de una serie onírica en un proceso de individuación. Publicado en el boletín quincenal informativo y en la sección Forum de la página web de la Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica de la República Argentina. (www.fundacion-jung.com.ar/forum)

Delgado, J. A. (2001) Simbología Inconsciente y Astrología Científica. Publicado en el boletín quincenal informativo y, próximamente, en la sección Forum de la página web de la Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica de la República Argentina. Asimismo, publicada en la Jung Page americana.

(www.cgjungpage.org/articles/delgado1.html)

Fidelsberger, H. (1985) Astrología 2000. La estructura de una ciencia del mañana. 392 pp.

García, C. G. (1997) Diccionario de Mitos. Madrid. Planeta. Pp. 173-183.

Germaine, D. (1951) Essai sur la religión des Barbaras. París.

Goleman, D. (1999) El punto ciego. Psicología del autoengaño. Barcelona. Plaza & Janes.

Greene, L. (1986) Saturno. Un nuevo enfoque de un Viejo Diablo. Barcelona. Obelisco.

________ (1987) Relaciones Humanas. Un enfoque psicológico de la astrología. Barcelona. Urano.

Grimaldi, H. E. (2000) Algunas conclusiones en sincronicidad. Ponencia para el Segundo Congreso Jungiano latinoamericano.

(www.fundacion-jung.com.ar/forum/conclusionessincro.htm)

Guénon, R. (1946) La Grande Triade. París. Nancy.

Hand, R. (1976) Planets in transit. Life cycles for living. Para Research, Inc. Atglen, USA.

Harding, S. (2000) What is Deep Ecology? Artículo presentado en la página web del Schumacher College. (www.gn.apc.org/schumachercollege/articles/stephan2.htm)

Hichey, I. (1992) Astrology: A Cosmic Science: the classic work on spiritual astrology. USA. CRCS.

Johnstone, C. (2001) What is Deep Ecology? Artículo publicado en la página Web del Institute for Deep Ecology (UK). (forest.org/ric/deep-eco/johnston.htm)

Jung, C. G. (1957) Psicología y Alquimia. Buenos Aires. Santiago Rueda Editor.

_________ (1985) La Psicología de la transferencia. Madrid. Planeta-Agostini.

_________ (1986) AION. Barcelona. Paidós.

_________ (1992) Los complejos y el inconsciente. Madrid. Alianza.

_________ (1994a) Tipos psicológicos. Barcelona. Edhasa.

_________ (1994b) El espíritu mercurio. En Simbología del espíritu. México, D.F. Fondo de Cultura Económica. Pp. 59-96

_________ (1996) Septem Sermores ad Mortuos. En Recuerdos, sueños, pensamientos.(8ª ed.) Barcelona. Seix Barral. Pp. 389-400.

_________ (1997) Las relaciones entre el yo y el inconsciente. Barcelona. Paidós.

La Santa Biblia (1976) Alfredo Ortells. Barcelona. Planeta.

Martínez, C. (2000) Saturno. En Diccionario Espasa de Mitología Universal. Dirigido por Jaime Alvar Ezquerra. Madrid. Espasa

Maslow, A. (1998) El hombre autorrealizado. Hacia una psicología del Ser. (12ª ed.) Barcelona. Kairós.

Mayer, M. Symbola. Pp.379. Citado en Psicologia y Alquimia de C. G. Jung.

Nichols, S. (1997) Jung y el Tarot. Barcelona. Kairós.

O`curry, E. (1948) Ogam-Tradition celtique. Renés.

Pernety, dom A-J. (1787) Dictionnaire Mito-hermétique. París.

Rijnbert, G. van (1947) Le Tarot, Hisoire, Econographie, Ésotérisme. Lyón.

Roob, A. (1997) Alquimia y Mística. El museo hermético. Colonia. Taschen.

San Juan de la Cruz (1994) Noche oscura de la subida del Monte Carmelo. En Obras Completas (14ª ed.) Madrid. Biblioteca de Autores Cristianos.

Sempau, D. (2000) La Ciencia ante los Retos del siglo XXI. Comunicación presentada en el IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. Córdoba. España.

Senard, M. (1948) Le Zodiaque, def de l'ontologie appliquèe à la psychologie. París-Lausanne.

Servier, J. (1964) El hombre y lo invisible. Caracas. Monte Avila.

Schärf, R. (1994) La figura de Satanás en el Antiguo Testamento. En Simbología del Espíritu. México. Fondo de Cultura Económica.

Schuon, F. (1950) L'oeil du Coeur. París.

Trismosin, S. Splendor Solis. Londres. S. XVI.

Vázquez, C. (1999) La polaridad anima-animus y la astología como puente para su integración. Artículo publicado en la sección Forum de la página web de la Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica de la Rep. Arg. (http://www.fundacion-jung.com.ar/carolina_archivos/ curso_de_psicologia_analitica.htm)

Velayos, C. C. (1996, Sep-Dic) Oikeiosis: la naturalización de lo moral en el estoicismo antiguo. Madrid. Pensamiento, 204 (Vol.52) pp. 441-449.

Von-Franz, M-L (1999) Alquimia. Introducción al simbolismo. Barcelona. Luciérnaga.

{/viewonly}